La Alquimia del Dragón
- vamosiluminando
- 29 jun
- 4 Min. de lectura

La fuerza y sabiduría en el aprendizaje de la vida la generamos en el núcleo de nuestro Ser. Una energía primordial, un pulso vital que nos brinda su energía, un fuego sagrado que nos impulsa a transitar por la experiencia de vida con energía.
Los antiguos sabios la nombraban como la chispa divina, el fuego sagrado, el núcleo del Ser. Este fuego es la esencia misma del alma, la llama constante de la presencia superior que en nuestro cuerpo habita.
La bioenergía que generamos con nuestras emociones anima nuestra voluntad, alimenta nuestra valentía, y es la fuente innata de la sabiduría propia.
Cuando reconocemos nuestra energía, podemos enfocarla en la dirección correcta para utilizar nuestro poder creativamente, con resiliencia, templanza, equilibrio y una apertura positiva para enfrentar la complejidad de las relaciones y los múltiples aspectos que complejizan nuestra existencia.
La confianza en nuestro proceso, tener decisiones altruistas como principal motivación y la superación personal, son el camino idóneo para encontrar nuestro sentido y propósito de vida.
La actitud positiva, lejos de ser una negación de las dificultades o las decepciones, es una actitud de mantener la llama encendida de nuestra macro-visión de la realidad más allá de la respuesta rápida de la reacción impulsiva. Es una elección de tomar el control de una interpretación objetiva y racional, coherente y justa, desacoplada de las cadenas del ego y sus creencias. Es enfocar la atención en las múltiples posibilidades y puntos de vista que existen, activando mecanismos de un pensamiento más universal y compresivo, de unidad, que refuerza la acción constructiva, equilibrada e integrativa frente al desafío. Y de esta combinación – confianza en la capacidad propia y enfoque en lo posible – nace una profunda sensación de bienestar, un estado de equilibrio entre mente, cuerpo y alma.
Estas acciones requieren templanza y sabiduría. La humildad es el primer pilar, el reconocimiento lúcido de nuestros límites.
Honestidad es tener la capacidad de evaluarnos sin distorsión, de tener un claro enfoque que permita aprender de cada tropiezo.
La templanza es la aplicación práctica de esta humildad, es el freno a las respuestas rápidas, la pausa entre el estímulo y la emoción, que permite procesar, reflexionar y modular los impulsos del ego.
De la templanza surge naturalmente la contención, la habilidad de discernir con calma en los procesos de interpretación, saber cuándo expresar, cuándo escuchar y comprender, conservando la energía en calma para una esencial claridad.
La sabiduría interior se expande hacia el mundo exterior a través de la aceptación de lo que podemos alquimizar y lo que no está en nuestras manos. No es resignación pasiva, sino la comprensión profunda, integrada en el cuerpo, mente y alma, de que ciertas realidades son diferentes para cada uno de nosotros.
Es el noble desapego lo que libera la tensión de luchar contra lo que no se puede cambiar, soltando lo que pesa, conservando energía para lo que sí está bajo nuestro influjo. Utilizar esta energía de forma correcta puede significar conectar con nuestra propia creatividad o con actividades físicas que nos hacen bien para nuestra integración.
La aceptación es fluir con la vida, la adaptación reorganiza nuestras conexiones, encontrando nuevas rutas y soluciones frente a lo desafiante.
Es la flexibilidad la acción evolutiva correcta. En el encuentro con el otro, cada uno carga con sus historias a cuestas. Es nuestra misión evolucionar desde los aprendizajes de vida.
El perdón es un acto de profunda sanación emocional. No es olvidar o justificar. Se trata de liberar conscientemente la energía negativa del resentimiento que mantenemos. Al perdonar, nos liberamos de esa carga, a la cual podemos estar aferrados.
La tolerancia, es el entendimiento que creamos para las diversas diferencias de interpretación, la capacidad de nuestro entendimiento para sostener la incomodidad de lo diferente, sin activar respuestas de alertas internas que resuenan a amenaza.
Generar empatía es sentir con el dolor del otro, sus procesos internos, que al igual que nosotros, llevamos internamente.
Este sentir nutre el desapego sano, la comprensión de que nada externo (personas, posesiones, resultados...) es dueño de nuestro dominio interior, la fuente última de nuestro fuego. Desapego es la libertad interior de disfrutar sin poseer, de amar sin someter o poseer o invadir, viviendo relaciones más equilibradas, sanas y enriquecedoras.
Y en la cúspide, la luz más pura de nuestro núcleo; esa llama interna que genera nuestra energía, el amor, la fuerza creadora y evolutiva en su sentido más amplio.
El amor es la vida fluyendo, reforzando vínculos; es la acción correcta, el entendimiento y la compasión; es la energía que impulsa a construir, sanar y evolucionar.
El amor es la expresión más elevada y poderosa de ese fuego sagrado interno, que le da sentido último a nuestras vidas.
Desarrollar estas cualidades – confianza, optimismo, alegría, humildad, templanza, contención, aceptación, adaptación, perdón, tolerancia, empatía, desapego, amor – no es un mero ejercicio ético. Es el cultivo consciente de nuestra misión de vida, la forja de una mente resiliente, un corazón expandido y la iluminación del alma. Es el arte de avivar esa llama primordial con sabiduría, transformando el dolor en la energía que nos sostiene, nos guía y nos permite, no solo superar obstáculos, sino danzar con la vida en toda su intensidad y belleza.
Este es el viaje, una aventura llamada vida, enfrentando los desafíos como oportunidades de crecimiento, reconociendo el fuego en nuestro centro, y con paciencia y coraje, aprendiendo a ser sus dignos guardianes, realizando la alquimia del dragón.
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Mensaje canalizado por Julio César Singlan desde seres de luz que iluminan nuestro camino. Editado por Premjeet / Amor Completo.
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