Podemos entender la vida a través de la clave del flujo energético.
Es energía lo que mueve el universo.
Estas energías son también las de la acción y el pensamiento. Las polaridades fluctúan entre positivas y negativas.
La energía Yin es receptiva, por lo tanto le llamamos polaridad femenina, y la energía masculina es acción Yang. Se destaca por tener características duras estructurales, por ser determinista. Es una fuerza guía racional enfocada a lo externo, proveedora.
La energía masculina está enfocada en la concreción. La energía femenina es la creativa, receptiva, emocional, introspectiva. Es intuitiva y reflexiva.
Las energías masculina y femenina son una frecuencia vibracional que todos los seres humanos tenemos, sin importar el género o sexo. Desde partículas cuánticas hasta los planetas y galaxias, todo fluye a través de las frecuencias energéticas fluctuantes de una polaridad a otra.
Cómo tal, nosotros estamos compuestos por las mismas leyes universales y nuestro ser es correspondiente a esas dinámicas.
Es importante entonces entender cómo nuestra realidad responde a nuestro patrón energético.
Más allá del sexo físico que tengamos, las acciones están comprendidas en formas polarizadas. Son dos fuerzas opuestas y complementarias que desde siempre han movilizado a la creación de todo lo que existe.
Comprender esas dinámicas energéticas es fundamental para superar la dualidad... entre lo frágil y lo flexible. Ambos extremos tienden a romperse.
Pero podemos elevar nuestra frecuencia y sintonizarla con la melodía más liviana que es luz y amor, la frecuencia de Dios que late desde tu corazón.
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mensaje canalizado por Julio César Singlan
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